Aspectos centrales
Sufrir un trauma es fuente de malestar emocional profundo, y a pesar de que en el lenguaje coloquial se abusa de esta palabra para nombrar situaciones negativas cotidianas, lo cierto es que cuando realmente hay un trauma se deriva una reacción psicológica que quiebra el sentimiento de seguridad de la persona en sí misma y en las demás personas; es un quiebre en el espíritu; una pérdida de la integridad del propio yo
Siempre que se hable de un trauma sabremos que este afecta profundamente la confianza. Inclusive, la víctima puede quedarse sin referencia alguna, para sí misma y para los demás. Además, generalmente las personas se encuentran permanentemente en alerta, con dificultades de concentración en tareas diarias, se muestran irritables, o bien, con una particular labilidad emocional.
La mayoría presenta problemas en la conciliación del sueño, y con ello se desenlaza un mayor agotamiento que termina por convertirse en un continuo agotamiento plasmado de pensamientos de "ya no tener el control". Todo lo anterior aunado a mecanismos de defensa (en el pensamiento y en la conducta) que son expresión pura del daño psicológico padecido por la víctima.
Y es que el trauma amenaza tres supuestos. Primero que yo tengo un valor, segundo que el mundo es bueno, y por último que este tiene un significado, por tanto, hay un desmoronamiento de los postulados básicos para que una persona pueda desarrollar la confianza básica para una vida cotidiana normal.
¿Qué sucesos podrían desatar los sucesos traumáticos y qué no?
- Agresiones sexuales en la vida adulta.
- Abusos sexuales en la infancia.
- Maltrato infantil.
- Muerte violenta de un familiar cercano.
- Secuestro, tortura.
- Relación de pareja en donde medie la volencia.

Por otra parte, están los sucesos no intencionados como los accidentes y las catástrofes naturales también forma parte de los sucesos susceptibles a generar un trauma.
Respecto a las vivencias o cambios vitales como pérdidas de un ser querido, rupturas de parejas no deseadas, disgustos familiares, salidas del hogar de los hijos, jubilaciones o cambios de vivienda, estos no pueden ser reconocidos como "agentes estrictos de trauma", por mucho sufrimiento que genere, estos sucesos no constituyen un trauma como tal; sí genera estrés por ser situaciones de sobrecarga continua responsable de factores externos, sin embargo la lesión psíquica y la cicatriz psicológica es distinta.



Factores de vulnerabilidad y factores de protección
La repercusión psicológica, en mayor o en menor grado, va a depender de la vulnerabilidad psicológica, es decir, qué tan precaria o qué tan dotado es el equilibrio emocional y la vulnerabilidad biológica (umbral de activación psicofisiológico). También es cierto que las secuelas y lesiones de un trauma están mediadas por la percepción, la duración y la intensidad del hecho; las pérdidas sufridas, el apoyo social, el grado real de riesgo y los recursos de afrontamiento configuran la mayor o menior resistencia al estrés de la víctima.
Por otra parte, se ha podido demostrar que las personalidades resistentes a este tipo de estrés son aquellas que poseen una autoestima adecuada, el manejo emocional suficiente, la vida equilibrada y la actitud positiva ante la vida, así como la riqueza interior y social, sumado a los criterios morales sólidos son recursos que posibilitan la protección ante los sucesos negativo vividos.
El trauma es una lucha entre el deseo de olvidar y el recordar involuntariamente, en donde el sentimiento de soledad, injusticia y dolor pareciesen resistentes al cambio; el pasado se entraña de forma intransigente y testarudo. Sin embargo, en compañía adecuada y tratándolo de manera correcta, se puede transfomar en energía creadora y se puede ser capaz de integrar la experiencia traumática en la vida, transformando esa vivencia sin que esta sobrepase la capacidad de control para su futuro.
Psicóloga Silvia Marín T.