Gracias a la evolución se han ido creando desde hace millones de años sistemas biológicos "multi-emocionales", y pese que el ser humano se diferencia del resto de animales probablemente por su parte racional, es cierto que las emociones tienen un peso importantísimo en el modo en el que experimentamos las cosas. Esto quiere decir que, en el ser humano, y respecto a la supervivencia, las emociones cumplen en las personas una función reguladora de la conducta y del pensamiento. Las emociones funcionan como un atajo a la hora de decidir rápidamente y gastando poca energía. Sin embargo, en ocasiones estos mismos atajos ejecutan respuestas patológicas o poco funcionales. Estas respuestas si bien son de "regulación", no siempre resultan útiles. ¿Pero, por qué si es inútil" repito las mismas respuestas? Bueno, pues porque el cerebro emocional guarda una memoria de aquello que le fue útil para sentir bienestar o atenuar el malestar, por eso esta tendencia a repetir lo mismo una y otra, y otra vez, sobre todo cuando aparezca una situación similar.
¿Sabías que... muchas veces los recuerdos no solo se forman de lo vivido, sino que también están basados en las respuestas fisiológicas que se produjeron de forma simultánea, es decir, en el momento que se vivió? Las emociones que se desencadenan en una situación son clave para que el recuerdo se mantenga a lo largo del tiempo.

No es nada extraño que cuando te hayas sentido triste debido a una situación concreta, hayas empezado a recordar toda clase de momentos dolorosos de tu pasado, aún cuando no tengan que ver con la situación actual.
Hablemos del miedo y el apego, estos constituyen dos sistemas básicos para la supervivencia de la especie. Tenemos por un lado el Sistema de defensa, como mecanismo para saber a qué le temo y qué cosas evitar; este sistema incluye el miedo, las experiencias traumáticas; y por otro lado el Sistema de apego, vital para la reproducción y conservación de la especie, este se va modificando con la edad y desde la infancia construye el cimiento de la personalidad mediante la relación con los padres/madres/cuidadores.
Las irregularidades en cualquiera de los dos sistemas forjan desequilibrios, que más adelante la mente va a tener que restablecer o compensar de alguna manera. Cuando un individuo busca actuar sanamente, es más capaz de sentirse y comportarse de manera equilibrada y mucho más asertiva. Sin embargo, hay quienes usarán caminos insanos y/o patológicos con tal de encontrar su homeostasis o equilibrio en factores externos (drogas, comida, personas), o quizá en factores internos (pensamientos y/o sensaciones negativas para la salud). Por supuesto esto no ocurre adrede, ocurre por la memoria, por cómo integramos nuestra información cuerpo/mente (Sistema Nervioso Autónomo y evaluación de respuesta) y pensamiento/emoción (Nivel cortical y Subcortical).
El miedo es una emoción presente a lo largo de la vida de las personas y es fundamental para el desarrollo psíquico y espiritual (el miedo a la oscuridad, a la soledad, al abandono, a lo desconocido). El apego es el encargado de proporcionar seguridad al niño en situaciones amenazantes. Todos los niños, en diferentes momentos de su etapa de desarrollo tiene miedos "exagerados" que poco a poco les baja su intensidad por el efecto del acompañamiento, la educación y la socialización. Los padres, madres o cuidadores son agentes reguladores por excelencia para enseñarles a afrontarlos y controlarlos. El apego seguro permite al pequeño explorar, conocer el mundo y relacionarse de manera más sana y segura con otros; con sentimientos de protección. Cuando esto no ocurre, los miedos e inseguridades influyen en el modo de interpretar el mundo y de relacionarse, por supuesto esto desencadena una serie de posibles problemas futuros a la hora de utilizar estrategias de afrontamiento.
Es sabido que el cerebro da prioridad a la información amenazante sobre otros procesos cognitivos. Eso explica por qué ante amenazas directas o situaciones que generen miedo se bloquean los aprendizajes, razonamientos u otros procesos del pensamiento.
Hoy se sabe que es innata la facilidad para asociar ciertos estímulos a un peligro. Se sabe también que, a lo largo de nuestra vida, utilizaremos todas las emociones relacionadas al miedo (ira, culpa, vergüenza) que se asocian con dolor y ansiedad, y todas aquellas relacionadas al apego (amor, filiación). Sabemos que ambas bases emocionales se conjugan de maneras aparentemente inexplicables, como por ejemplo "querer a quien más daño hace". Sabemos también que hay Trastornos en función del tipo de regulación que se elige inconscientemente (Trastornos Somáticos, interpersonales, emocionales, cognitivos, adictivos). Y sabemos que existen zonas cerebrales y varios órganos implicados en la regulación de las emociones estando presentes desde la vida intrauterina.
¿Se puede cambiar el estilo de apego?
La respuesta es Sí. La genética y las experiencias respecto a los cuidadores ciertamente condicionan el carácter y el cómo se van a relacionar las personas consigo mismos y con los demás. Sin embargo, el apego no se mantiene en la misma medida en todas las personas a medida que el desarrollo progresa, es en cierto modo "moldeable". Además, el comportamiento una persona en relación con otra va mediado por la conducta del otro. La vivencias en la vida adulta, las relaciones de amistad, de trabajo y de pareja influyen en el tipo de apego y el rol que se mantienen con las nuevas figuras de apego. Por otra parte, teniendo en cuenta que el origen del malestar en cada cual es diferente, el tratamiento también puede y debe adaptarse a las características de quienes quisieran buscar tratar el tema psicológicamente.
Los aprendizajes en la infancia nos acompañarán el resto de la vida, la calidad del afecto recibido definirá el tipo de apego que tendremos, los aprendizajes emocionales y las cogniciones (pensamientos) darán lugar a un sistema de creencias y a la conducta en la adultez. Así que detrás de cada niño que explora el mundo es imprescindible que haya padres o cuidadores disponibles, previsibles, afectuosos, y que sirvan de reguladores externos ante los eventuales peligros, pues esto creará una atmósfera de confianza, de apego seguro para el óptimo desarrollo psicosocial, potenciando las estrategias de regulación y equilibrio más sanas posibles.